Voy a decir lo
que sigue en voz baja y a escribirlo con lápiz y letra pequeña para que quede
entre nosotros: me parece que Dios es un genérico. Voy a repetirlo de otra
manera aún más discreta para evitar posibles represalias mafiosas de alguna multinacional farmacéutica: Dios ha elegido estar
entre nosotros en formato de genérico.
En vez de incorporar el principio activo y la biodisponibilidad
de su presencia a alguna corporación reconocida y poderosa
(fariseos, sacerdotes o escribas
que eran entonces las Bayer, Merck o Roche de hoy), prescindió de la
protección de sus patentes y, para estar al
alcance de todo el mundo, corrió el riesgo de comercializarse a precio ínfimo y
con margen cero de beneficio. (Si a alguien le escandaliza esto de la
comercialización, le recuerdo aquella antiquísima antífona de la liturgia
navideña que llama a la encarnación admirabile
commercium entre Dios y nosotros).
Hoy resulta decisivo el lanzamiento promocional de lo que sea: un
medicamento, un famoso, una película o un libro y de cómo se haga
esa campaña dependerá la clave de su éxito y su prestigio futuro. Se supone que
para promocionar el “evento Jesús” habría
que cuidar al máximo las estrategias: cuál iba a
ser la población diana, qué
emociones despertar, qué sueños poner en marcha, cómo
presentar sus rasgos más seductores y lo más impactante de su mensaje.
Al evangelista
Lucas le tocó hacer de cronista de la campaña y dada la rareza de las cosas
que pasaron, va preparando poco a poco a los lectores para que no se le
desquicien: presenta primero al venerable
Zacarías con todos los atributos y cachiperres
de la más rancia estirpe: de casta sacerdotal, residente en Jerusalén, con su barba y su incensario y oficiando
solemnemente en el templo. A continuación aparece María, genérica total, diminuta e insignificante: joven, pueblerina y
domiciliada en una aldea perdida de Galilea,
comarca cuajada de indignados y de rebeldes anti-sistema. Pero, mira por
dónde, es ella y no el honorable Zacarías la inundada de gracia y la elegida
para vivir a la sombra del Espíritu; es ella la primera en escuchar el
nombre de Jesús y la invitada a
presenciar y participar en la primera mañana de la nueva creación. Ya empiezan
a descolocarse las cosas para nuestros ordenados criterios.
Luego llegó la “operación lanzamiento” del Dios-con-nosotros. Qué
desatinado y desconcertante resultó su diseño: por qué Belén, por qué un
pesebre en una cuadra; por qué en medio de la oscuridad y el
anonimato de la noche. Por qué en la peor franja horaria en vez de en el
cenit resplandeciente del mediodía y la
audiencia; por qué en el extrarradio y no en Eurovegas o en el World Trade
Center de Jerusalén. Por qué recibieron su anuncio unos indocumentados y no la
gente con glamour, la clase
docta, religiosa, pudiente y refinada, capaz de influir en
el vulgo. Sin consultar al G8, ni a los lobbies de
poder, al FMI o al Banco Mundial. Sin hacer un cálculo del daño irreparable que
iba a sufrir la marca Emmanuel y de sus consecuencias en la reacción de
los mercados.
Aquella noche fue un “especial genéricos”, destinado a
los que nunca verán su foto en el
Huffington Post o en la revista Forbes; a los que nunca se sentirán aludidos al
leer: “Marca la diferencia. Haz un master”, o “Acostúmbrate a sentirte único”,
porque su destino no es ser ni diferentes ni únicos, sino rellenar
estadísticas: el 25% en situación de riesgo, el tercio que no llega a fin de
mes, los amenazados por desahucio o que ya han perdido la tarjeta
sanitaria.
Los signos de la
gloria del Emmanuel serán también para ellos: apiñados en torno a Jesús le
escucharán proclamarlos “dichosos”, probarán el mejor de los vinos en una boda
de pueblo, se sentarán en la hierba y comerán sardinas y pan hasta saciarse.
Estaba con ellos el
que no había retenido ávidamente su denominación divina de origen, el que se
había despojado de todo prestigio, el que había elegido estar entre nosotros
como uno de tantos, como el último del ranking. Y por eso recibió el
Nombre sobre todo nombre y la Marca sobre toda marca.
(Dolores
Aleixandre, ALANDAR, Diciembre
2012)
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